viernes, 15 de julio de 2011

La fiesta Pro

por Florencia Cremona (Directora del Centro de Comunicación y Género - FPyCS - UNLP)

Me mata el clima de quinto año del Cardenal Newman, globos y sana alegría (superficial, proactiva, canchera, básicamente despojando a la política de su característica constitutiva: el conflicto). Así se ve desde mi televisor la cobertura fellinesca que hace TN  del porcentaje de votos que el Pro sacó en Buenos Aires.

Macri dice que todo es gracias a “trabajar en equipo”, “a los valores” (¿) y se muestra el mismo como el socio vitalicio de una política de cooperadora de parroquia. Durante el montaje del acto de festejo se evoca siempre a un  presente perfecto: “hacer, proponer, trabajar en equipo”. 

El staff parece el equipo del Cardenal Newman, aunque lógico y como siempre,  algunos mediopelo.

Estaba Larreta, el esposo de la wedding planner Bárbara Diez, que ponele le arma el bautismo al pibe de Wanda Nara, todo con motivo  de Dolce y Gabbana, ponele que casi se la arma también a Zaira y a Forlán.

El rabino, canchero  como los que dan cursos de kabbala a estrellas de rock like Madonna, te deja pensando con esas frases que emulan los aforismos de José Naroski,..”Usted que quiere una vida feliz o ser feliz en su vida”.

En fin, me sorprende la vigencia del esquema  neoliberal de autoayuda, que barre la estructura y la superestructura y las condiciones de economía política mundial que organizan un mundo desigual e inequitativo.  Este alegre amarillo secundaria, niega obstinado que su plataforma se sostiene en una organización del poder basada en la idea de que algunas personas tienen más verdad que otras, más derechos y que las condiciones de subalternidad son culpa de la ineficiencia personal. 

En el festejo del PRO la política no se nombra y así recoge votos de una modelo de pensamiento bien arraigado en nuestra cultura gracias a una hegemonía que durante siglos nos quiso hacer creer que había que  avanzar,  limpiar, higienizar, progresar. Todo a costa de la negación sistemática de las luchas populares que se iniciaron en nuestros pueblos latinoamericanos desde antes de la conquista española. 

Y bueno, después de tres o cuatro frases anodinas como “que bien venimos juntos”,  se armó un fin de fiesta  igualito a los que me tocaba asistir aquí en esta capital de provincia,  en  1990 (a mis 15 años). Festejos en los que las chicas flaquísimas y parecidas a las Barbis (auge de Dotto Models) se animaban a un quiebre de cadera mientras un montón de pibes rugbiers se sacaban la corbata para revolear al ritmo de la música “de los villeros”.  Gilda, Gladis la bomba tucumana, Alcides, la Mona. Esos artistas traspiraditos y de piel grasosa: hombres  y mujeres reventones que ayudaban a soltar la pelvis y que ellos tenían derecho de usar para divertirse. Al fin y al cabo era la comparsa de los negros.

Para terminar  el líder repleto de alusiones devotas a  su negrita hechicera (Juliana  Awadda, su tercera esposa, dueña de talleres  de fabrica de ropa denunciados por trabajo esclavo) bailan y terminan diciendo que quieren que la gente sea feliz…. (La felicidad del pueblo de la que hablaba Perón?). 

Finalmente Macri no aguanta más, se desmarca y cierra con algo así como “Basta de perseguir el pasado, tenemos que reconciliarnos con el pasado y enamorarnos entusiasmarnos con nuestro futuro” Como diría Charly García  la alegría no es solo brasilera y agitando con ganas la camiseta amarilla, el   PRO  nos muestra su trama más genuina.

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